sábado, 12 de abril de 2008

MANHATTAN



SINOPSIS: Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad, tiene un trabajo que odia como escritor de gags televisivos, una novia de 17 años a la que no ama y una ex-esposa lesbiana que está escribiendo un libro en el que narra todas las intimidades sobre su matrimonio. Pero todo cambia cuando conoce a Mary, la sexy e inteligente amante de su mejor amigo, y se enamora perdidamente de ella. Abandonar a su novia, acostarse con Mary y dejar su trabajo es sólo el comienzo de la búsqueda del amor verdadero y de la realización de uno mismo en una ciudad inmortal.
COMENTARIO: Dentro de la obra de Woody Allen existen varias etapas que, con mejores o peores títulos, definen a la perfección las obsesiones e intereses artísticos del autor newyorkino. Para el que suscribe, su mejor época es la que inició a mediados de los setenta cuando, tras abandonar las comedias, se embarcó en una serie de proyectos en los que reflexionaba sobre el sexo, la incapacidad de madurar, el amor y todas las grandezas su miserias que afrontamos los seres humanos cuando alcanzamos la madurez. Esta etapa dio inició en 1977 con la obra maestra Annie Hall y finalizó en 1986 con otra extraordinaria película titulada Hanna y sus Hermanas. En medio, una serie de películas en su mayoría brillantes que van desde la introspección bergmaniana de Interiores o Recuerdos, hasta la fabulación de Broadway Danny Rose o La rosa púrpura del Cairo, pasando por experimentos de la categoría de Zeling o La comedia sexual de una noche de verano. Dentro de este periodo de excelencia creativa y madurez artística, hay una película que a un servidor le cautiva sobremanera: la inmortal Manhattan.
Los que me conocen ya saben que la cigüeña se equivocó conmigo. Que en lugar de haberme depositado en pleno Aragón, a mi me tendrían que haber dejado en mitad de Manhattan. Si, yo soy un newyorkino frustrado, alguien a quien la ciudad de los rascacielos le insufla vida, ilusiones, sueños. Mi admirado Terenci Moix creía que tenía que haber nacido en el antiguo Egipto; yo, y cada día lo tengo más claro, creo que sólo soy plenamente feliz cuando estoy en mi adorada Nueva York.
Por ello soy incapaz de ser mínimamente objetivo ante una película que es el mayor canto de amor a esa ciudad. Este es un título que he visto infinidad de veces, que nunca deja de gustarme, que me atrapa, con el que pierdo toda racionalidad y capacidad de análisis, que me cuenta cosas que me interesan, que me hacen reflexionar, que me emocionan, que me recuerdan a mi mismo. Y esa imagen del puente de Brookling... y esa música de George Gershwin.
Ya ven, una película fundamental en la concepción emocional de mi vida. Que forma parte de mi vida. Gracias a películas como Manhattan he aprendido a amar a ese compañero llamado cine que nunca, nunca me ha fallado.
Y que más quieren que les diga.

TRAILER

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