jueves, 3 de abril de 2008

POZOS DE AMBICIÓN



SINOPSIS: La película narra el éxito de Daniel Plainview, que pasa de ser un minero extremadamente pobre que cría a su hijo sin ninguna ayuda a convertirse en un magnate del petróleo hecho a sí mismo. Gracias a un misterioso soplo, Plainview descubre la existencia de un mar de petróleo bajo la tierra de un pequeño pueblo del oeste, y se lleva a su hijo, H.W., a probar suerte en el polvoriento Little Boston. Y es este pueblo perdido Plainview y H.W. van a dar el golpe de sus vidas. Pero a medida que el petróleo les va haciendo cada vez más ricos, los conflictos van apareciendo: la corrupción, la mentira y las ingentes cantidades de petróleo pondrán en serio peligro sus valores humanos

COMENTARIO: En el año 1997 Paul Thomas Anderson deslumbró a medio mundo con su segunda película Boogie Nights. Esta película estaba basada en la biografía del actor porno John Holmes, un hombre que protagonizó más de mil películas y cuyo mayor valor se encontraba en los más de treinta centímetros que colgaban entre sus piernas, la película nos presentó a un director con un pulso narrativo firme y con capacidad para indagar en la psicología de los personajes. Todo ello se confirmó con su siguiente obra, la extraordinaria Magnolia, una película coral donde se nos explicaba la odisea vital de varios personajes sumidos en la confusión y la desesperación. Tras fracasar en taquilla con Embriagado de amor, de la que nada puedo decir ya que no he visto, Anderson sorprende a propios y extraños ofreciéndonos una epopeya histórica centrada en la biografía de un magnate del petróleo.
Una vez vista, Pozos de ambición es una obra que sigue los patrones estéticos y estilísticos de Anderson. Dejando de lado cualquier intención de mostrar un biopic al uso, el realizador californiano nos ofrece un retrato del poder, la corrupción, la miseria moral y de como el dinero es capaz de conducirnos hacia los abismos más insospechados. La película es intensa, apasionante y magnética en su primera mitad. Lamentablemente, en su segunda mitad la función decae ligeramente y la historia se vuelve algo reiterativa y tediosa. En esta parte sobra bastante metraje (la duración total es de unos excesivos 158 minutos) que ralentiza la acción y no aporta nada interesante. A pesar de ello, esta es una buena forma de sumergirnos en lo más profundo y negro del alma humana. Por cierto, Daniel Day-Lewis está extraordinario durante todo el metraje, con la excepción de la secuencia final donde da toda una lección de lo que significa el concepto sobreactuar.

TRAILER

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